23.5.15

El maíz y la vida en la siembra, testimonios indígenas del maíz y la autonomía en México




Defender el maíz es defender la vida y la cosmovisión campesina-indígena. Y viceversa. En ese camino, la gente de las ciudades tiene un papel que apenas comienza a reconocer. Este proceso de resistencia ante las agroindustrias y las instancias de planificación mundiales culmina reforzando la visión con horizonte que los pueblos estrenan apenas hace pocos años. En el campo, pero inescapablemente también en las ciudades. Mientras, pese a la violencia y la criminalización, pese a todos los ataques a los pueblos indígenas y campesinos, la esperanza y el maíz siguen vivos.




Uno de los rasgos más antiguos de los pueblos originarios es que nuestra vida es la siembra. Ser campesinos no es una actividad más. Toda nuestra visión milenaria y nuestra manera de relacionarnos con el mundo viene de ahí. Ser sembradores, desde siempre, producir nuestros propios alimentos, cuidando de la familia y la comunidad, nos hace ver el trabajo, las relaciones sociales, el espacio y el tiempo, de un modo particular. Los campesinos valoramos lo comunitario y en colectivo nos relacionamos con la tierra. La conversación con que se crió el maíz es también colectiva. En gran medida, quien siembra para comer no necesita trabajar por dinero para aquéllos que explotan su trabajo. Nuestra relación con la siembra, minuciosa y detallada, crea vida a diario y nos hace prestar atención a muchos signos. En cada una de nuestras tareas de cultivo se cumplen ciclos diminutos que dan orden, sentido, al paso largo de otros ciclos más grandes como el del sol durante el año, en un verdadero tejido de estaciones, climas, humedad. Los campesinos vemos detalles que la gente de las ciudades no mira. Ser sembradores, campesinos, es una espiritualidad completa, colectiva, comunitaria, que nos enfrenta de inmediato con los sistemas que nos quieren imponer tantas formas de relacionarnos. Esto nos da conciencia de ser diferentes, de resistir las imposiciones, nos hace ver claramente los ataques de los gobiernos y las empresas. Pensar que el maíz es sólo un “rasgo cultural” que hay que “comprender”, “tolerar”, en una época de “multiculturalidad”; proponer que la cultura o vía campesina es un aspecto del pasado al que hay que guardarle un nicho (si se pudiera en un museo, mejor) es no entender que nuestra vida sin maíz, sin siembra, no es vida. Ser sembradores no es folklore, es nuestra existencia entera.
Crianza mutua
El maíz no es una cosa, ni sólo una mercancía o un cultivo: el maíz es un tejido de relaciones. Se originó hace unos 10 mil años de la crianza mutua, de la conversación entre pueblos originarios de Mesoamérica y algunos pastos que, con el cultivo, se fueron haciendo al modo humano. Poco a poco aprendimos que el maíz es comunidad con el frijol, la calabaza, el chile y otras plantas, algunas medicinales. A esa convivencia los pueblos de México le decimos milpa y en otros lugares le dicen chacra. Esta crianza mutua entre campesinos (sobre todo las mujeres) y maíz hizo que éste dependa de la gente para cumplir su ciclo de vida y ya no se da silvestre. Es una crianza mutua que han ejercido muchos pueblos diferentes, por eso el maíz es tan variado y los pueblos florecieron tanto en la historia: su diversidad cultural y la del maíz se alimentan mutuamente.
Su versatilidad
El maíz tiene sus parientes silvestres, pastos no comestibles que se encuentran todavía en México, Guatemala y Nicaragua, y su permanencia da esperanzas de que el maíz siga vivo. El maíz de nuestros días es muy versátil: rinde mucho, es muy nutritivo y se adapta a variados ambientes: es tan noble que se esparció por toda Mesoamérica y gran parte de América del Sur y del Norte. Cuando se conoció el maíz en el Viejo Mundo, todos quedaron impactados por la facilidad con que se prepara, lo mucho que rinde a partir de unas pocas semillas, lo poco que se desperdicia pues tiene “su propia envoltura”, el tiempo que dura bien almacenado, la cantidad de nutrientes que proporciona. Puede cultivarse en muchos climas y humedades, del semi desierto a las selvas, en las tierras templadas del altiplano y las bajas tropicales. Madurar le lleva de cuatro a trece meses. Crece en planicies, en cañadas, en terrenos fértiles o pedregosos.
Dicen que hay más de 40 razas de maíz en México, y más de 250 en toda América. Hay más de 16 mil variedades. Entre los cientos de maíces tradicionales usados todos los días por los campesinos e indígenas de México existen blancos, rojos, amarillos, azules, negros, pintos, con mazorcas pequeñitas o que miden más de treinta centímetros, con granos dientones o finitos, con caña gruesa o delgada, más duros o más blandos.
Las hojas y raíces se usan como medicina (los cabellos del maíz tierno se usan como diurético y para disolver cálculos renales; combinado con otras plantas cura males hepáticos y biliares; los pistilos de la flor se utilizan como tranquilizantes). Bebidas de maíz se usan como sustituto para niños que no toleran la leche, la masa se usa para cubrir heridas; las mazorcas tostadas para madurar abscesos.
Hoy muchos pueblos de los países europeos, africanos y asiáticos dependen de él para sobrevivir. Es uno de los cuatro cereales que aportan más del 50 por ciento de toda la nutrición de la humanidad. En 18 países (12 de América Latina y 6 de África), es el principal alimento. Las variedades tradicionales, en especial de México, son la reserva más importante para criar maíz en todo el mundo.



El cuidado del mundo
La vía campesina en el mundo sigue siendo pujante todavía y hoy gran parte de la población mundial es campesina y somos nosotros, justamente esos vilipendiados cuidadores del mundo, quienes alimentamos al resto de la humanidad.
Si sucumbiéramos las comunidades indígenas que hemos cuidado del maíz escuchando su voz milenaria, el futuro de la humanidad estaría amenazado.
Hay colectivos que no le pedimos permiso a nadie para ser, por el solo hecho de tener un cultivo del cual nos alimentamos como fruto de labores comunitarias, sin depender del exterior casi para nada. Esto nos permite cuidar nuestra comunidad, nuestro territorio, el bosque, el agua, los seres vivos materiales y espirituales, la biodiversidad y nuestros saberes tradicionales y contemporáneos que son toda una manera de asumir la vida. El impulso vital que existe entre la milpa (que es también una comunidad) y la comunidad humana, tiene un corazón político y social inagotable, por eso, después de 10 mil años en que nuestras semillas siguen vivas, hoy sembrar maíz con nuestras propias semillas es un asunto político.
La guerra contra los campesinos.
Despojados de vastas extensiones de nuestro territorio ancestral los pueblos indígenas seguimos sembrando maíz en las laderas y en las terrazas, a veces en condiciones muy difíciles. El maíz lo ha resistido todo.
Las grandes empresas y los gobiernos decidieron que quienes sembramos maíz nativo —con tantos saberes que le dan vida— debíamos irnos del campo pues sólo producíamos para la comunidad sin entrar al mercado. Quieren que la gente que sembramos nos vayamos a la ciudad a las fábricas o a las grandes empresas agrícolas a trabajar semi esclavizados, y así poder quedarse con nuestro territorio y con todas las riquezas que ahí se encuentran.
Desde los años cincuenta, los gobiernos y las empresas, cómplices, engancharon a los campesinos a comprar semillas llamadas híbridas, que al principio rendían más pero después sólo con mucho fertilizantes y plaguicidas industriales apenas muy poco. Los suelos se erosionaron y se hicieron dependientes de esas drogas, que muchos compran año con año para que los terrenos rindan.
Hoy, los campesinos que tienen menos posibilidad de sobrevivir son quienes cambiaron sus semillas por las híbridas y se metieron a pagar año tras año por bultos de esos agrotóxicos, desgastando sus suelos. Comenzó a ser muy difícil vivir del maíz y la gente vació muchas comunidades y perdió su ser más antiguo: ser sembradores. Con las tecnologías de la Revolución Verde se despreció la enorme sabiduría que sustenta los maíces nativos, se impusieron formas de cultivo y consumo muy emparejadas, se destruyeron muchos modos que las comunidades tenían para mantener, mejorar y compartir las semillas.
La privatización de la tierra abrió de nuevo la especulación agraria, las invasiones y expropiaciones, y dio entrada a los megaproyectos que hoy amenazan a cualquier comunidad rural cuyo sustento sea laagricultura. Se extremó así la creciente marginación social en el campo. Se provocó la expulsión de mano de obra a las ciudades o a los campos de jornaleros, el vaciamiento de los territorios, fomentado también por la escuela oficial, que les inculca a niños y jóvenes que estudiar sirve para recibir un salario, dejar de ser campesinos e irse. Estas ideas arruinan de tajo la relación con la tierra y el orgullo de producir la propia comida.
La contaminación transgénica es la señal más alarmante porque es intencional. Los transgénicosdesfiguran el maíz, agotan la variedad cuidada por siglos, su riqueza y significado. Promueven la dependencia total de las industrias, le quitan a la agricultura todo su sentido vital. Pero muchos mantenemos nuestro antiguo oficio y estamos en resistencia. Tal vez la clave es el cuidado detallado que campesinas y campesinos pusimos en el asunto, mediante un tramado de saberes que hoy día parecen misteriosos.
1. Sólo quienes están directamente involucrados en la siembra pueden hacer algo. La solución al problema de contaminación del maíz transgénico sólo puede ser resuelta en el largo plazo, y somos los pueblos campesinos e indígenas quienes podemos lograrlo, comunitariamente. Hay que impulsar una prevención y curación naturales, propias de la relación milenaria entre el maíz y los humanos, y para los casos de maíces deformes o semillas que les parezcan extrañas a las comunidades, se puede hacer un diagnóstico de laboratorio.
Repensar colectivamente que la cultura es fuerza política, económica, social y ecológica, y se sustenta en nuestro ser campesinos sembrando lo propio junto con la comunidad, cuyo corazón es la asamblea.
2. Recuperar la confianza en la semilla que sembramos. Detectar los maíces dañinos con la sabiduría de los viejos, abandonar los híbridos (y cualquier otra semilla ajena) regresando a los canales de confianza de intercambio y cuidado de las semillas. Como es un momento crítico, no basta hacer lo que siempre se ha hecho. Hay que reflexionarlo y aguzar la atención sobre nuestro maíz, física, espiritualmente, sobre lo que ocurre en su entorno, para identificar los transgénicos y aislarlos (despuntar la espiga de una planta poco confiable es una de las tantas precauciones). Tenemos que saber qué semilla estamos sembrando, ir depurando cada ciclo nuestra semilla, así iremos desechando el maíz contaminado.
3. El reto es recordar. Entender qué hacían los viejos para conservar la vida. Fomentar la defensa, el reconocimiento e intercambio de nuestras técnicas tradicionales de cultivo (agronómicas, ecológicas, medicinales y otras) incluidos los nuevos conocimientos del cultivo “orgánico”, la agroecología, la permacultura y otras técnicas confiables. Juntar técnicas tradicionales y métodos alternativos deagricultura nos da una herramienta poderosa si además reforzamos la diversidad en las parcelas y el cultivo de traspatio.
4. Para defender al maíz hay que seguir cultivándolo. La mayor amenaza al maíz nativo es que ya se cultiva poco. Hay que diversificar las variedades, sembrar todas las posibles en cada ciclo, pues eso da garantías contra las variaciones de clima, calor y humedad. Es importante sembrar maíz precoz y tardón. Si diversificamos variedades, también hay que diversificar siembras y hacer un manejo de las edades del polen, con eso disminuimos la posibilidad de que semillas no confiables se metan a nuestros terrenos.
5. Es central mantener nuestra identidad como pueblos. La defensa del maíz pasa por recuperar y fortalecer nuestras ceremonias sagradas, el costumbre, nuestras tradiciones y rituales de cuidado y permiso como siempre. Hoy día existe toda esa riqueza porque cada pueblo supo mantener su tradición, porque hubo respeto a la historia y la voluntad de cada comunidad y familia, un respeto a lo sagrado. Si queremos mantener toda esta riqueza tenemos que respetar lo que ha sido nuestro y sagrado durante toda la historia.
6. Hay que mantener la semilla y la tierra. Alguien que pierde la semilla tiene muchas más posibilidades de tener que migrar que alguien que todavía la tiene. Mantener la semilla significa tener buena semilla para uno mismo, para la comunidad, para la tierra a la que uno tiene acceso. Una semilla que responda a las necesidades y gustos de cada pueblo. Si se uniforman los gustos o se tratan de emparejar las necesidades, se pierde la calidad de las semillas: su diversidad.
Hoy existe un ataque contra la biodiversidad. El pueblo que no tiene diversidad se hace dependiente. Se están cambiando las leyes para obligar a los campesinos e indígenas a hacerse dependientes. Para conservar la diversidad tenemos que preguntarnos cómo conservar la vida, qué es lo que la ley permite y qué es lo que necesitamos, con permiso o sin permiso de la ley. Hay que negarnos a las leyes que criminalizan nuestro ahorro y nuestro intercambio milenario de semillas de confianza.
7. Recuperar los saberes colectivos. El maíz jamás puede quedar en manos de un grupo, no importa cuán escogido o comprometido esté. Es imposible que haya una persona, empresa o instituto del Estado que sea capaz de crear semillas que sean buenas para todos.
La diversidad y la calidad de la semilla vienen de que haya miles y miles de campesinos produciéndola. No sólo intercambiamos semillas sino que intercambiamos saberes. Las semillas pueden ser distintas porque todos sabemos cosas distintas. Para que haya semillas diversas tienen que haber saberes diversos. Pero sabemos por pedacitos, y sólo entre muchos se hace un saber grande. La riqueza de variedades no acaba nunca. Cada persona, familia o comunidad por la que pasa una variedad le agrega o cambia algo. No hay que olvidar jamás que todos sabemos. Cuando aceptamos que alguien nos trate como ignorantes, que no sabemos, que no tenemos ideas, estamos aceptando que se pierdan saberes sobre las semillas.



8. Recuperar los suelos. No sólo a nivel de parcela, sino en microregiones o regiones más amplias. Hay que abandonar los agroquímicos y volver a muchos de los saberes antiguos para fertilizar, y a los sistemas que controlaban las plagas sin pesticidas o herbicidas.
Para los pueblos del maíz en México la Revolución Verde fue cuando se hicieron adictos los cultivos y la tierra a una droga que cada vez se necesita más y más y sirve menos y menos. No sólo nos enfrentamos a la contaminación transgénica, sino a la contaminación de los químicos, a las supermalezas y la resistencia de las plagas que tienen roto el equilibrio dentro de las milpas. La tierra está intoxicada, pero también el agua y los peces se han perdido y se han envenenado. En la milpa también hay que dejar alimento para que coman los animalitos que se pueden volver plaga. Ellos también comen y quieren sobrevivir, una comunidad-milpa incluye también lo que no se come o aparentemente estorba o no es útil en principio. Es muy importante convivir con la diversidad de los animalitos.
También hay que frenar la erosión de los suelos. Cosechar el agua y afianzar la tierra para evitar hundimientos y deslaves. No podemos pensar sólo en la parcela, tiene que ser comunitario, regional. Territorial. Alimentar la tierra, plantar cortinas de árboles, hacer retenes de piedras en las faldas de los cerros para juntar la tierra que baja con las lluvias, sólo podemos hacerlo comunitariamente.
9. Cultivos soberanos. En vez de hablar de autoconsumo, hablemos de cultivos soberanos. Es indispensable intentar salirnos, lo más posible, de la economía del dinero. Producir para vender y comprar para comer nos hacen perder la soberanía alimentaria y laboral de los pueblos del maíz. Un pueblo que compra semilla y que compra comida es un pueblo que no se puede mandar a sí mismo.
Tenemos que estar orgullosos de sembrar maíz para que coma la familia, la comunidad, fortaleciendo los saberes de los mayores y las nuevas técnicas integrales que concuerdan con esos saberes y los complementan.
Como no existen ni subsidios ni fomento ni precios de garantía que apuntalen la economía campesina, es vital juntar subsidios autónomos y precios de garantía propios (regionales), tal vez haciendo un llamado a los migrantes y sus organizaciones. Atrevernos a dejar de gastar en productos industrializados que no son indispensables. Pensar cómo regresar a mercados más chiquitos, a maneras de trueque, a intercambios locales, para que encontremos un modo de vida manejable, con respeto por el todo. Por eso es importante que todo lo que produzcan las comunidades se consuma, para que la comunidad entienda que podemos producir nuestro propio sustento.
10. La contaminación transgénica es intencional. A propósito. Y el gobierno pretende que como ya se contaminó, es el momento de permitir la siembra de transgénicos. O puede proponer el exterminio de variedades nativas “contaminadas”, en un discurso de erradicar la contaminación del maíz. Pero no hay que confiar en el gobierno. No podemos permitir que ajenos a la comunidad (laboratorios, fuerzas armadas, empresas, programas del gobierno) lleguen a nuestras comunidades diciendo que van a ayudarnos.
11. Impedir la entrada de semillas de las que no sabemos su historia. Cerrar nuestras fronteras regionales y nacionales a las semillas de fuera, sean híbridas o forrajeras de las industrias, o las de las tiendas gubernamentales. Dejemos de comprarlas y busquemos el intercambio y la comercialización propia, en donde se pueda. Promovamos y realicemos un sabotaje a los paquetes de ayuda alimentaria de los que desconocemos su origen o las intenciones de quienes nos los quieren otorgar. Exijamos que se suspendan las importaciones agrícolas.
12. Rechacemos las leyes injustas de bioseguridad, acceso genético y propiedad industrial, y exijamos que se mantenga la moratoria a la siembra de maíz transgénico estableciendo alianzas para fortalecerla. Rechacemos también los programas de certificación e individualización de tierras. Son una estrategia para exterminar al maíz y a sus pueblos. por eso debemos defender nuestro territorio y el carácter comunitario, colectivo, inembargable, inalienable de nuestras tierras.
13. Es prioridad reforzar la autonomía, la organización comunitaria. La lucha por la defensa del maíz va con la lucha por el territorio y el autogobierno. Cuando la asamblea es la máxima autoridad, podemos impulsar tácticas agropecuarias y ambientales propias. En nuestros estatutos comunales y reglamentos ejidales puede prohibirse la siembra de transgénicos, y establecer una moratoria de facto decretada por los pueblos indios y campesinos en torno al consumo, la siembra y el trasiego de maíz transgénico. Es indispensable buscar la integridad del territorio indígena mediante el equilibrio que lo ha mantenido como territorio.
El maíz y la autonomía


Defender nuestro maíz (el ámbito sagrado donde se le venera, los saberes ancestrales que lo hicieron posible y el margen de autonomía que otorga sembrarlo para el consumo propio), nos permite fortalecer la lucha por nuestros derechos colectivos, nuestro gobierno comunitario y nuestra historia mientras defendemos el agua, el bosque, el territorio y nuestros propios proyectos de bienestar cuidadoso y autogestionario.
Sólo con maíz propio, nativo (no su desfigurada versión transgénica), sembrado para que coma la comunidad dependiendo lo menos posible, se pueden vivir los ámbitos del nosotros: el trabajo colectivo, la justicia propia, el autogobierno, la asamblea, en una vida a contrapelo de los sistemas planetarios.
Una de las finalidades de los transgénicos es hacer que todos los campesinos tengan que comprar semillas todos los años, y para asegurar eso las empresas están inventando una variedad que sólo se cosecha una vez y sus semillas son estériles, conocida como Terminator. Si Terminator contaminara a cualquier otra variedad, la volvería estéril, y significaría la dependencia total hacia las compañías diseñadoras y productoras de semillas, que están patentando más y más variedades.
Se hace urgente entonces que iniciemos un proceso de reflexión que nos dé horizonte de cómo nos atacan los planificadores y los poderes mundiales, las agroindustrias y los gobiernos.
Desde la milpa se ve el mundo entero. Hay que reivindicar lo que significamos los campesinos en un mundo “globalizado” que quiere convertir en industria incluso la agricultura. El maíz y otros cultivos soberanos son el corazón de la resistencia comunitaria contra el capitalismo y sus megaproyectos. Mantener nuestra amorosa relación con el maíz nos permite el resquicio suficiente como para no pedirle permiso a nadie para ser, impulsando una resistencia real, política, social, económica, de saberes, dignidad y justicia. Nos permite un autogobierno con sistema de cargos como servicio, eso que los zapatistas llaman “mandar obedeciendo”. Permite el resquicio necesario para reconstruir nuestro camino propio. Nos hace entender el tejido de relaciones que posibilitan la existencia de este alimento-oficio-relación que es sagrado.
El pueblo wixárika de la sierra de Jalisco en México, lo pone de esta manera:
– Está bien: defender el maíz...
– Para defenderlo tenemos que curar los suelos...
– Entonces hay que dejar de usar los agroquímicos que lo han desgastado. Volvamos a las siembras a la manera antigua.
– Pero entonces debemos buscar que no haya tampoco deslaves ni erosión...
– Para eso ha que reequilibrar el agua...
– Para eso hay que cuidar los bosques, pa’ que detengan la erosión, traigan las lluvias, refresquen con aire bueno la región...
– Pero para eso hay que defender nuestro territorio y emprender acciones en pos de nuestros derechos agrarios y de pueblo...
– Entonces tenemos que tener una organización comunal real, donde quienes sean representantes, de veras obedezcan el mandato de la comunidad.
– O sea reforzar el papel de las asambleas comunitarias, ya no sólo comunales, acercando a las autoridades tradicionales y las agrarias —pues los gobiernos intentaron siempre separarlas.
– Entonces tenemos que tener maíz, para que quienes asuman un cargo no se vean en la necesidad de trabajar, pero que sí sigan anclados a la tierra, como campesinos en iguales circunstancias que el resto de los comuneros.
Entonces existe una especie de círculo mágico: una propuesta de integralidad donde nada puede estar desvinculado. Se trata de la reconstitución integral de las comunidades, de la organización comunitaria. Es el cultivo del maíz como corazón de una resistencia y de la posibilidad de una autonomía, ejerciendo plenamente su territorio en todos los planos: desde el más geográfico hasta el sagrado, en la riqueza de las relaciones humanas y con todo, porque todo está vivo.
Conclusiones
Defender el maíz es defender la vida y la cosmovisión campesina-indígena. Y viceversa. En ese camino, la gente de las ciudades tiene un papel que apenas comienza a reconocer. Este proceso de resistencia ante las agroindustrias y las instancias de planificación mundiales y sus administradores encarnados en los gobiernos, culmina reforzando la visión con horizonte que los pueblos estrenan apenas hace pocos años. El horizonte parece negro, pues el maíz y otros muchos cultivos estratégicos están en riesgo, y como tal la viabilidad del ámbito rural, pero también el de las ciudades. Si la gente de las grandes urbes empata con los campesinos sus reflexiones y su crítica aguda, comenzará a entender la importancia de sembrar sus propios alimentos. En el campo, pero inescapablemente también en las ciudades, aunque ahora no todos lo reconozcan como urgente. Mientras, pese a la violencia y la criminalización, pese a todos los ataques a los pueblos indígenas y campesinos, la esperanza y el maíz siguen vivos. www.ecoportal.net
Biodiversidad , revista de Grain.


Fuente:  El maíz y la vida en la siembra, testimonios indígenas del maíz y la autonomía en México - Ecoportal.net 

16.5.15

Conferencia Maíz Transgénico en su Centro de Orígen

Este lunes 18 de Mayo será  la Conferencia de la Dra. Elena Álvarez-Buylla de la UCCS que lleva por título "Maíz Transgénico en su Centro de Origen: Conflicto socioambiental paradigmático en México".

Lunes 18 de Mayo, 12 a 14hrs.
Anfiteatro Alfredo Barrera, Facultad de Ciencias, UNAM Posgrado.
ENTRADA LIBRE





13.4.15

Denise Gutiérrez │Mardonio Carballo │Alonso Arreola ─ Tlajpiajketl [La canción del maíz]

Libro del poeta nahua Mardonio Carballo es una oda al maíz



Periódico La Jornada, 
Por: Fabiola Palapa Quijas


Sábado 28 de marzo de 2015, p. 4
Niño chiquito, niño de barro y cobrizo, muy de mañana, cuando la tierra se muestra: cuando el día se abre y la noche se cierra. Niño como es, sabe qué hacer. Él es Tlajpiajketl, niño cuidador de milpa y protagonista del nuevo libro del escritor nahua Mardonio Carballo (Chicontepec, Veracruz, 1974).
“Desde niños vamos a la milpa y hacemos ese trabajo de Tlajpiajketl, que significa cuidador, lo que se conoce como espantapájaros. Quería hablar del maíz porque ahora hay un gran vacío en la literatura mexicana.
Todo mundo quiere hablar de Nueva York y los copos de nieve que caen en sus avenidas, así que en este texto intento recuperar el espíritu campesino, no exento de creatividad y de ficción, un poco yendo hacia la memoria y los recuerdos de la infancia, dice en entrevista.
El libro Tlajpiajketl o la canción del maíz (Consejo Nacional de Fomento Educativo) es un poema de largo aliento que tiene un cuento de tradición oral en medio, que me contaba mi madre; también es una canción de la cual se incluye un disco.
Musicalidad del náhuatl
Carballo quiere seducir al lector con la musicalidad del náhuatl. “Empecé a realizar performances poético-musicales, porque deseaba que la lengua náhuatl se escuchara. Me gusta la idea de seducir, por eso mi trabajo con Carmen Aristegui gusta y encanta”.
Asegura que no es un error que los niños, como parte de su proceso educativo, trabajen en el cuidado del maíz, ya que en los pueblos originarios tiene gran significado porque al cultivarlo las personas se cultivaron como nación.
En Tlajpiajketl..., ilustrado por Mauricio Gómez Morín, Carballo habla de sueños, del cuento tradicional oral y presenta a un conejo bailador cuya danza hace crecer a las plantas.
Considera su libro una oda al maíz. Es mi canto, mi ofrenda al maíz, porque de niño me enseñaron que cuando el maíz se siembra se canta, y cuando se cosecha se canta.
El libro incluye un disco con la Canción del maíz, de Alonso Arreola, que interpreta en náhuatl Denise Gutiérrez, vocalista de la banda mexicana Hello Seahorse. En la página web www.elespantapajaros.com.mx se puede leer la historia y escuchar la canción.
El libro Tlajpiajketl o la canción del maíz será presentado este sábado, a las 17 horas, en la Casa de Lago Juan José Arreola (primera sección del Bosque de Chapultepec).

Fuente: 

12.4.15

Seminario: “Cocinas en México, procesos Biosociales, históricos y reproducción cultural”.




Seminario: “Cocinas en México, procesos Biosociales, históricos y reproducción cultural”. Ponentes: Laura Elena Corona de la Peña / Dirección de Etnología y Antropología Social, Rosa Maria Garza Marcué/ Dirección de Etnología y Antropología Social / Catharine Good Eshelman, Escuela Nacional de Antropología e historia / Edith Yesenia Peña Sánchez, Lilia Hernandez Albarrán / Dirección de Antropología Física. Fecha 26/03/2015

19.2.15

Desde la milpa se ve el mundo





Silvia Ribeiro*

Con esa frase nos recuerda Ramón Vera Herrera, de GRAIN y Ojarasca, la mirada desde la vida campesina, donde el entramado de relaciones de comunidades, mujeres, hombres, niños, maíz y mucho más que crece en la milpa, nos permite ver el horizonte con más claridad. Los senderos de la defensa del maíz y contra la invasión de los transgénicos son una afirmación contundente de ello.
El libro ¡No toquen nuestro maíz!, publicado recientemente por GRAIN (disponible en redendefensadelmaiz.net y grain.org), recoge muchas de estas manifestaciones en los últimos dos años y su confluencia con la defensa de la tierra y el territorio, con la lucha contra los despojos en campo y ciudad, con la vitalidad y resistencia desde los barrios, desde los jóvenes y muchos más. El mapa que se forma entre las muchas acciones y miradas nos permite entender más profundamente lo que está en juego, pero también ver el horizonte, respirar hondo y seguir caminando abrigados por lo colectivo.
Un buen ejemplo de construcción colectiva fue la elaboración de las acusaciones que se presentaron en la audiencia temática Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía del Tribunal Permanente de los Pueblos, capítulo México (TPP), en la que confluyeron cientos de organizaciones y comunidades de todo el país, miles de personas. El libro refleja las voces de muchos casos presentados, los dictámenes de las pre-audiencias realizadas en Morelos, Jalisco, Yucatán, Hidalgo, Oaxaca y Distrito Federal durante 2012 y 2013, así como el dictamen final que emitió el jurado internacional recogiendo más de 300 casos y testimonios de todo el país.
Desde la resistencia a la contaminación transgénica de maíces campesinos en las comunidades y su trabajo de cuidar las semillas y la milpa, los testimonios críticos a los transgénicos de científicos comprometidos con la sociedad, a los despojos legales y/o violentos de tierra, agua, semillas, territorios, la contaminación con agrotóxicos y basureros, la colisión campo-ciudad, la violencia médica y obstétrica, la negación de la diversidad cultural, los asesinatos y persecución de quienes se defienden, la marginación y criminalización de jóvenes y la negación de su futuro, las trampas jurídicas para negar acciones legales justas, todo fue parte de las bases del dictamen del TPP, que entre otros puntos, concluyó que por los riesgos ambientales, a la salud y económicos a que se somete al centro de origen global del maíz, así como a la bases del sustento de los pueblos que lo crearon y legaron para bien de la humanidad, y en consecuencia a la seguridad alimentaria mundial, se debe prohibir la experimentación, liberación y circulación del maíz transgénico en México.
El libro nos muestra también otros documentos y relatos de acciones, tanto nacionales como internacionales, de la resistencia ante la amenaza transgénica al centro de origen del maíz y a los pueblos que lo crearon. También menciona los señalamientos al gobierno por parte de organizaciones de Naciones Unidas y la recomendación del Relator Especial del derecho a la alimentación, Olivier de Shutter, para restablecer inmediatamente la moratoria a liberación al maíz transgénico, por sus impactos en la biodiversidad y los campesinos.
Esta amplia movilización nacional e internacional a muchos niveles significó que desde 2012 el gobierno frenara el otorgamiento de permisos para liberar maíz transgénico, tanto experimentales como comerciales. Un año después, a fines de 2013, este freno popular se afirmó con la aceptación de una acción colectiva para suspender las solicitudes pendientes, que está bajo ataque pero sigue vigente. No obstante, el libro muestra que pese a esta orden judicial, el gobierno siguió colocando en línea nuevas solicitudes de liberación de maíz transgénico con fecha 2013, por lo que hasta fines de ese año había 87 solicitudes pendientes de empresas trasnacionales para más de 7 millones 700 mil hectáreas. El documento detalla el tipo de transgénicos, en qué estados, cuánta superficie y qué empresas los solicitan.
Adicionalmente y violando nuevamente la orden de suspensión, el gobierno publicó cuatro nuevas solicitudes de maíz transgénico en 2014. Además de que antes había aprobado cientos de miles de hectáreas de siembra de soya transgénica, una amenaza brutal a comunidades, sistemas naturales y apicultura en la península de Yucatán, hechos también condenados por el TPP y en parte bajo orden de suspensión por acción legal de comunidades en Campeche. En 2014 el gobierno publicó por primera vez, una solicitud para experimentar con frijol transgénico, a cargo del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP). Como para dejar en claro que se proponen terminar con todos los cultivos bases de la milpa, de la alimentación de la población y con la soberanía.
Aunque las empresas y gobierno parecen creer que es una cuestión de tiempo, de ataque, desgaste y esperar a que nos cansemos, lo cierto es que la defensa del maíz, de las semillas, de tierra y territorios, son luchas para siempre porque son la base de la vida de todas y todos. Pese a la duración y tamaño de la agresión, siempre habrá semillas campesinas y manos que las plantarán y volverán a germinar en muchas más.
*Investigadora del Grupo ETC
Publicado en La Jornada, México 14, de junio de 2014

Tribunal internacional ético demanda la prohibición de maíz transgénico en México

 Pide a FAO y CBD que actúen en congruencia Submitted on 05 Diciembre 2014 4 DE DICIEMBRE, 2014, Ciudad de México— 



El Capítulo México del Tribunal Permanente de los Pueblos llamó al gobierno mexicano a prohibir la siembra de maíz genéticamente modificado en el país, tomando en consideración que es uno de los tres principales cereales que alimentan al mundo. El tribunal, que reunió evidencia proveniente de más de mil organizaciones sobre esta violación y otras más a los derechos de los pueblos, enfatizó la gravedad del tema por ser México centro de origen del cultivo. El gobierno mexicano, sentenció el tribunal, debe “adoptar todas las medidas necesarias para garantizar la conservación del maíz nativo como fuente principal de alimentación y como elemento cultural de cohesión y articulación social. Siendo México el reservorio genético de este pilar de la seguridad alimentaria mundial, se debe prohibir la siembra de maíz transgénico en el país.” [1] 

 En el marco de la audiencia temática “Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y los derechos de los pueblos”, se plantearon 140 casos y testimonios de ataques a la vida campesina e indígena, a la alimentación y salud de la población, al derecho al agua, a la tierra y territorio, así como los impactos sobre campesinos y agricultores de los tratados de libre comercio, en particular del TLCAN, todo lo cual llevó a la destrucción de las bases para la soberanía alimentaria en México. En la acusación que condujo a la sentencia, las organizaciones sociales hablaron de los cultivos transgénicos como parte de la “guerra” contra la soberanía alimentaria. La acusación afirma que existe un “blindaje jurídico, privatización y normatividades paralegales, propias de los acuerdos comerciales que tienen como fin último la erradicación de toda producción independiente de alimentos.”[2] 

 El Tribunal también enfatizó que el tema del maíz rebasa las fronteras mexicanas. La sentencia llama a la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación a salvaguardar de la contaminación transgénica las variedades nativas y campesinas de maíz y le pide asumir la responsabilidad en los impactos que decisiones tomadas en México podrían tener a nivel global. Recomienda al Convenio sobre Diversidad Biológica que emprenda una investigación especial —con participación de pueblos indígenas y campesinos— para proteger los centros de origen de los cultivos y los derechos de los pueblos campesinos e indígenas que los crearon. “Luchar contra el maíz transgénico no es sólo una cuestión nacional” —afirma Verónica Villa del Grupo ETC en México. “Las comunidades y organizaciones continuarán peleando para que no se aprueben las semillas transgénicas, y el Tribunal Permanente de los Pueblos atrajo a la atención internacional el problema.” “La sentencia del Tribunal es muy clara”, dijo Pat Mooney, director del Grupo ETC. “A menos que el gobierno mexicano responda contundentemente, el mundo seguirá perdiendo la diversidad genética de uno de sus cultivos más importantes. Si México no actúa, las Naciones Unidas deberían hacerlo.” Entre los impactos potenciales de la liberación de maíz transgénico que enfatiza el veredicto del tribunal, se encuentran: La contaminación genética y la erosión de las variedades nativas y campesinas La apropiación de la producción nacional de maíz por parte de las corporaciones multinacionales de la agricultura El ataque directo a la cultura y las formas de sustento de la mayoría de los mexicanos El daño que implica para las abejas, el ambiente y las formas de sustento de miles de comunidades mayas por el uso de los agrotóxicos que necesitan los cultivos transgénicos. Agrupaciones campesinas y organizaciones sociales ven la posible aprobación de la siembra comercial de maíz transgénico como un ataque directo a la soberanía y seguridad alimentaria de México: “En los últimos catorce años, el gobierno asumió varias estrategias para contaminar. Primero penetró con transgénicos las regiones, intencionalmente y a trasmano, luego minimizó los efectos de los OGM, promulgó leyes para promoverlos, negó que toda Mesoamérica es centro de origen, terminó la moratoria que existía contra el maíz transgénico y comenzó a otorgar permisos de siembra piloto y experimental en el norte del país. En varias pre-audiencias se demostró con pruebas científicas y monitoreos comunitarios la dispersión de la contaminación transgénica de maíz y algodón campesinos en varios puntos del país (que es centro de origen de ambos cultivos). Los efectos de corto y largo plazo de esta invasión transgénica son catastróficos para la biodiversidad, la agricultura, la producción de alimentos y la salud de la población, no sólo para México, sino para el mundo.” [3] Pese a que México es el centro de origen del maíz, el gobierno actual y el anterior, autorizaron entre 2009 y 2012 la siembra de maíz transgénico en casi 200 parcelas experimentales y piloto en varias regiones del país. A partir de 2012, las empresas Monsanto, PHI México (DuPont) y Dow Agrosciences solicitaron plantar maíz transgénico a escala comercial. [4] La oposición nacional e internacional a esta contaminación intencional del centro de origen del maíz fue muy enérgica, con lo que se logró parar la liberación comercial, en una verdadera “moratoria” establecida popularmente.[5]

 En octubre 2013, una acción civil colectiva planteada por 53 individuos y 20 organizaciones, representados legalmente por Colectivas AC, consolidó esta moratoria popular, logrando que un juez ordenara la liberación de maíz transgénico en tanto se resuelve esta demanda. Las empresas mencionadas a las que se sumó Syngenta, siguieron presentando solicitudes de siembra de maíz transgénico experimental, piloto y comercial, totalizando 91 solicitudes aun no aprobadas desde 2012 para sembrar millones de hectáreas de maíz transgénico.[6] Esas empresas controlan más del 90 por ciento de las semillas transgénicas a nivel global y México representa un mercado al que no están dispuestas a renunciar. Esas empresas han presentado hasta la fecha 89 impugnaciones contra la demanda de acción civil y contra la suspensión de siembra de maíz transgénico. Monsanto presentó incluso una acción legal contra el juez Jaime Manuel Marroquín, quién otorgó la suspensión en vigencia, acusándolo de no ser imparcial. Lo más absurdo es que los propios organismos del gobierno mexicano, como la Secretaría de Agricultura (Sagarpa) y la Secretaría de Medio Ambiente (Semarnat), que deberían proteger el interés de los pueblos de México hayan también impugnado la suspensión, actuado claramente en defensa de las empresas y no de los ciudadanos, los campesinos y la biodiversidad. En la sentencia final el Tribunal reconoce como justa y necesaria “la resolución del juez Jaime Manuel Marroquín que en octubre de 2013 ordenó suspender todas las actividades de siembra de maíz transgénico en el país, así como detener los otorgamientos de permisos de liberación experimental, piloto y comercial de dicha semilla.”[7] El Tribunal acusa como responsables de las violaciones al gobierno mexicano, a varias empresas transnacionales (entre las que se encuentran todas las que controlan la mayor parte de la cadena alimentaria, desde Monsanto a WalMart, pasando por Cargill y Nestlé), a gobiernos de terceros estados, como Estados Unidos y Canadá; y a diferentes instituciones internacionales. El Tribunal Permanente de los Pueblos fue fundado originalmente en 1966 por Bertrand Russell y Jean Paul Sartre, para denunciar los crímenes cometidos durante la guerra de Vietnam. Se le llamó entonces “Tribunal Russell”. Posteriormente se constituyó en tribuna permanente para dirimir violaciones a los pueblos del mundo, con secretaría internacional en la Fundación Basso, en Italia.[8] Entre sus objetivos se incluye, “dar voz a pueblos y colectivos sobre problemas que son fundamentales para ellos pero que no encuentran cabida o son rechazados por los Estados en cuestión,” al tiempo que proveen las bases para la articulación y movilización internacional, asegurando una comprensión cuidadosa de las violaciones a los derechos de los pueblos y sus causas.[9] Mayor información Silvia Ribeiro, Grupo ETC, México grupoetc@etcgroup.org Verónica Villa, Grupo ETC, México veronica@etcgroup.org www.etcgroup.org/es http://www.tppmexico.org/
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...