Silvia Ribeiro*
Con esa frase nos recuerda Ramón Vera Herrera, de GRAIN y Ojarasca,
la mirada desde la vida campesina, donde el entramado de relaciones de
comunidades, mujeres, hombres, niños, maíz y mucho más que crece en la
milpa, nos permite ver el horizonte con más claridad. Los senderos de la
defensa del maíz y contra la invasión de los transgénicos son una
afirmación contundente de ello.
El libro ¡No toquen nuestro maíz!, publicado recientemente
por GRAIN (disponible en redendefensadelmaiz.net y grain.org), recoge
muchas de estas manifestaciones en los últimos dos años y su confluencia
con la defensa de la tierra y el territorio, con la lucha contra los
despojos en campo y ciudad, con la vitalidad y resistencia desde los
barrios, desde los jóvenes y muchos más. El mapa que se forma entre las
muchas acciones y miradas nos permite entender más profundamente lo que
está en juego, pero también ver el horizonte, respirar hondo y seguir
caminando abrigados por lo colectivo.
Un buen ejemplo de construcción colectiva fue la elaboración de las
acusaciones que se presentaron en la audiencia temática Violencia contra
el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía del Tribunal
Permanente de los Pueblos, capítulo México (TPP), en la que confluyeron
cientos de organizaciones y comunidades de todo el país, miles de
personas. El libro refleja las voces de muchos casos presentados, los
dictámenes de las pre-audiencias realizadas en Morelos, Jalisco,
Yucatán, Hidalgo, Oaxaca y Distrito Federal durante 2012 y 2013, así
como el dictamen final que emitió el jurado internacional recogiendo más
de 300 casos y testimonios de todo el país.
Desde la resistencia a la contaminación transgénica de maíces
campesinos en las comunidades y su trabajo de cuidar las semillas y la
milpa, los testimonios críticos a los transgénicos de científicos
comprometidos con la sociedad, a los despojos legales y/o violentos de
tierra, agua, semillas, territorios, la contaminación con agrotóxicos y
basureros, la colisión campo-ciudad, la violencia médica y obstétrica,
la negación de la diversidad cultural, los asesinatos y persecución de
quienes se defienden, la marginación y criminalización de jóvenes y la
negación de su futuro, las trampas jurídicas para negar acciones legales
justas, todo fue parte de las bases del dictamen del TPP, que entre
otros puntos, concluyó que por los riesgos ambientales, a la salud y
económicos a que se somete al centro de origen global del maíz, así como
a la bases del sustento de los pueblos que lo crearon y legaron para
bien de la humanidad, y en consecuencia a la seguridad alimentaria
mundial, se debe prohibir la experimentación, liberación y circulación
del maíz transgénico en México.
El libro nos muestra también otros documentos y relatos de acciones,
tanto nacionales como internacionales, de la resistencia ante la amenaza
transgénica al centro de origen del maíz y a los pueblos que lo
crearon. También menciona los señalamientos al gobierno por parte de
organizaciones de Naciones Unidas y la recomendación del Relator
Especial del derecho a la alimentación, Olivier de Shutter, para
restablecer inmediatamente la moratoria a liberación al maíz
transgénico, por sus impactos en la biodiversidad y los campesinos.
Esta amplia movilización nacional e internacional a muchos niveles
significó que desde 2012 el gobierno frenara el otorgamiento de permisos
para liberar maíz transgénico, tanto experimentales como comerciales.
Un año después, a fines de 2013, este freno popular se afirmó con la
aceptación de una acción colectiva para suspender las solicitudes
pendientes, que está bajo ataque pero sigue vigente. No obstante, el
libro muestra que pese a esta orden judicial, el gobierno siguió
colocando en línea nuevas solicitudes de liberación de maíz transgénico
con fecha 2013, por lo que hasta fines de ese año había 87 solicitudes
pendientes de empresas trasnacionales para más de 7 millones 700 mil
hectáreas. El documento detalla el tipo de transgénicos, en qué estados,
cuánta superficie y qué empresas los solicitan.
Adicionalmente y violando nuevamente la orden de suspensión, el
gobierno publicó cuatro nuevas solicitudes de maíz transgénico en 2014.
Además de que antes había aprobado cientos de miles de hectáreas de
siembra de soya transgénica, una amenaza brutal a comunidades, sistemas
naturales y apicultura en la península de Yucatán, hechos también
condenados por el TPP y en parte bajo orden de suspensión por acción
legal de comunidades en Campeche. En 2014 el gobierno publicó por
primera vez, una solicitud para experimentar con frijol transgénico, a
cargo del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y
Pecuarias (INIFAP). Como para dejar en claro que se proponen terminar
con todos los cultivos bases de la milpa, de la alimentación de la
población y con la soberanía.
Aunque las empresas y gobierno parecen creer que es una cuestión de
tiempo, de ataque, desgaste y esperar a que nos cansemos, lo cierto es
que la defensa del maíz, de las semillas, de tierra y territorios, son
luchas para siempre porque son la base de la vida de todas y todos. Pese
a la duración y tamaño de la agresión, siempre habrá semillas
campesinas y manos que las plantarán y volverán a germinar en muchas
más.
*Investigadora del Grupo ETC
Publicado en La Jornada, México 14, de junio de 2014